martes, 26 de octubre de 2010

El paso del tiempo, inexorable, imperdonable, inevitable. A veces puede parecer más justo con unos que con otros, pero con todos es inflexible.
El tiempo, que nos evoca la nostalgia del momento recién vivido y nos trae la ilusión o el miedo por el momento que está por vivir.
Es el mismo elemento arruga la sonrisa del anciano como abre los ojos del bebé. El nacimiento del río y su desembocadura, todo a la vez.
Para nosotros una vida lo es todo, para el tiempo sólo es una minúscula, ínfima incisión en su corteza.

"No hay razón para que vengas hacia mí,
corriendo bajo la lluvia.
No hay ningún motivo.
Y créeme...
Aquella misma voz viene a mí, como a cámara lenta.
Yo fui el que te lo hizo saber.
Fui tu triste final del 74-75"

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